miércoles, 28 de diciembre de 2011

Pequeños placeres gastronómicos, o cómo ser un buen gourmet disfrutando de lo bueno, bonito y barato.


Parece que muchas veces, el término “gourmet” se asocia a productos caros, elitistas y difíciles de encontrar. Y los que amamos la gastronomía sabemos que no es así. Es más, en muchas entrevistas a grandes cocineros o críticos culinarios, cuando son preguntados por sus platos favoritos no suelen referirse a difíciles elaboraciones culinarias, sino a productos que por su sencillez llaman la atención. Más de una vez he oído a Ferràn Adrià hablar de las bondades de una buena tortilla de patata, o he disfrutado viendo a Juan Echanove e Imanol Arias, recorriendo “Un país para comérselo” y dando cuenta con cara de inmenso placer de un “simple” tomate, un queso o un arroz con leche.
Y por eso quiero hacer hincapié en lo de “simple”, porque muchas veces tenemos a nuestro alcance productos de alto nivel, que además, por poco dinero nos pueden ofrecer un placer gastronómico supremo.
Es más, se me ocurre proponer una serie de productos que, a mi entender, son muy asequibles y son “simplemente” una maravilla para el paladar.
Empezaremos por el vermouth, o vermú, como queráis llamarlo. Puede ser que por inercia, nos vayamos directamente a las típicas marcas que nos ofrecen en la televisión, junto a chicos y chicas despampanantes. Y no están malos, pero os recomiendo que busquéis el Vermouth Perucci o el Yzaguirre, y por unos 7 euros la botella estaréis disfrutando de unos de los mejores del mundo en su género.


Dejad un día la comodidad de los lineales de supermercados, e iros a un mercado a buscar unas buenas aceitunas. ¡Sí, hay puestos donde las venden a granel! Y además pueden ponerte un poquito de cada para que las vayas probando. De sosa, partidas, perlas, gazpachas, de Kalamata, sevillanas…pídete también unas cebolletas en vinagre, unos pepinillos o unos altramuces (tramussos dicen en mi tierra). Cuestan muy poco dinero, y son un manjar sublime. Pruébalas con uno de esos vermús, y a ver qué te parece. Eso sí…hazlo como un ritual: búscate tu tiempo, solo, con amigos o con tu pareja. Siéntate, si puede ser en un sitio soleado y con una ligera brisa. Respira hondo, pruébalo y disfruta de cada sensación. Cierra los ojos, y sonríe…es tu momento de disfrute.
Si no te va el vermouth, tal vez una buena cerveza pueda servirte. De nuevo olvídate de las marcas clásicas. Hay miles de cervezas a descubrir. De las comerciales te recomendaría la Alhambra 1925, la de la botella de cristal verde. O si te gustan las más fuertes una Voll-Damm doble malta. Si quieres probar algo diferente, y no te atreves a salir de los dominios de tu supermercado de cabecera, en muchos de ellos ya hay cervezas extranjeras que pueden saciar tu sed. Franziskaner, Judas, Leffe o Grimbergen pueden ser nombres que te orienten, pero ve más allá y prueba otras, de otros países, otras culturas. Eso sí, no todas el mismo día. Es la forma de aprender, de formarse y de disfrutar.




Supongamos que quieres dar el salto a las cervezas de calidad. Hablaremos de ellas en otro post, pero visita alguna tienda especializada y déjate aconsejar. Cada vez salen al mercado más cervezas artesanales, tantas que te sorprenderías de las que se hacen sólo en España. Apúntate nombres como Altura de Vuelo, Rosita, Tombatossals, Galaecia, Mons, La Socarrada…y si no busca entre las de los países de gran tradición como Alemania, Bélgica, Holanda o Reino Unido. Por ejemplo, te recomendaría la Triple Karmeliett (impresionante cerveza), Rochefort, Piraate o Gulden Drak, entre muchísimas otras.
Siguiendo con el aperitivo, y con la visita que te proponemos a tu mercado local en busca de productos buenos, bonitos y baratos, busca un puesto de salazones. Compra unas buenas anchoas (no muchas, aunque sean 2) y disfrútalas con un poco de pan al que puedes añadir un poquito de tomate rallado. O unos boquerones en vinagre para acompañarlo con unas papas. ¿Hay algo más sencillo?

Cuando sea temporada, busca en tu mercado unos buenos tomates. Sí, de esos de verdad, que son irregulares, grandes o pequeños, con algunas marcas o rayas. Vale, ya sé que estás acostumbrado/a a ver esas pelotas de plástico rojo que venden en los supermercados y que llaman por el mismo nombre. Busca un buen tomate raf y llévatelo, como si fueras el Golum del Señor de los Anillos con su “tesooooooro”. No estarás haciendo ninguna barbaridad: es un tesoro de verdad. El año pasado los compré a casi 6 euros el kilo en mi mercado de cabecera. Vale, no quieres gastarte tanta pasta, perfecto llévate uno no muy grande. Pruébalo en casa con unas gotitas de aceite y un poco de sal maldón. Si otro día no vuelves a por más, es que no eres humano. Ah! Valen también los famosos tomates cuarentenos del Perelló, que tal vez encuentres un poco más baratos. Son un manjar, de verdad.

He mencionado el aceite para el tomate, y se me ha ocurrido que es otro tesoro que tenemos en nuestro país. Está claro que podemos encontrar aceites de oliva en el super por un poco más de dos euros, que están bien. Perfecto, gástalos a diario, pero atrévete a comprar una vez un aceite “Premium”. Desde 7 euros puedes encontrar aceites excelentes, y entre 12-15 euros auténticas joyas. El considerado en muchos concursos como “mejor aceite del mundo” se elabora en Alicante y se llama “Masía El Altet”. Yo lo compro por unos 13 euros, y en casa nos dura mucho. Solemos comprar un par de botellas, una de ese aceite (o similar) y otra de otro que sea de variedades distintas. Unas gotitas de esos aceites con una “simple” tostada de pan, son uno de esos premios que nos concedemos. O para aliñar un buen pescado, o acompañar un plato de pasta fresca sin más que aceite y sal.


También puedes coger un poco de ese aceite normal, de todos los días, meterlo en una aceitera y añadirle unos dientes de ajos, unas especias o pimienta, y lo habrás convertido en un aceite aromatizado.
Hablando de la sal. También hay sales distintas cada vez más presentes en el mercado. Por supuesto que no hay que abusar de ella (si eres hipertenso ni mirarla), pero prueba unas escamas de sal maldón sobre un buen filete a la plancha, o con un pescado. La sensación crujiente le da otra dimensión al sabor del producto que acompaña. Hay muchas sales, la rosa del Himalaya, ahumada, con pimienta, etc. Atrévete a probarlas también. No son caras y te pueden (deben) de durar un montón.
Antes te he dicho que probaras unos boquerones en vinagre con papas. A eso vamos, a las papas o patatas fritas, como les llames. Patatas chips, si eres tiquismiquis, vale, aceptamos.
Olvídate por un día de esas de la marca X que compras en el super. Vale, ya sé que me odiarán los dueños de los supermercados, lo asumo. Chorradas aparte, vete a una tienda de barrio de frutos secos, o de nuevo a tu mercado local donde seguro que hay un puesto de frutos secos donde tienen unas papas excelentes, de esas que venden al peso. También tienen cacahuetes, almendras, avellanas y frutos secos que igual ni has probado nunca. Además, con mesura, son muy saludables.
Prueba a tomar esos frutos secos con una copa de manzanilla, bien fresquita o un fino. Esto te dejo que lo compres en el supermercado, vale, que hay. Por ejemplo Manzanilla La Gitana, La Guita, Fino Quinta, Fino La Ina…y si vas a tu bodega igual te recomiendan una Manzanilla Pasada Pastrana, por ejemplo. Una maravilla de vinos, que a nosotros también nos duran en la nevera (bebes un poquito, claro) y salen entre 5-9 euros. Son otro de los tesoros que tenemos en España y a veces no sabemos apreciarlos.

Otros placeres sencillos y baratos que se me ocurren: un buen queso azul servido sobre una tosta con unas gotitas de miel y acompañado de una sidra natural; unas lonchas de buen jamón o cualquier otro embutido ibérico con un cava fresquito, igual que con una manzanilla o fino; unos pimientos, berenjena y cebolla asados regados con un buen aceite, o añadiéndole un poquito de bacalao inglés desalado; un poco de queso fresco (de charcutería o tienda de quesos, no de plástico) con membrillo; una tosta de sobrasada ibérica con un poco de cebolla caramelizada por encima; una buena calabaza asada con un chorrito de miel; unas judías verdes o guisantes frescos salteados con jamón; una buena morcilla de Burgos con una tira de pimiento asado; una ensalada (no de bolsa, por favor) con distintos tipos de lechugas, unas pipas, queso de cabra y una salsa de miel y mostaza…la lista podría ser interminable. Si os apetece, podéis hacer vuestras sugerencias.
Otro día haremos unas recomendaciones de vinos con buena relación calidad-precio, para quien quiera descubrir buenos vinos sin gastar mucho. Eso da para mucho que hablar, así que lo haremos tranquilamente.
En definitiva, lo que quiero transmitir con esto es que podemos disfrutar de placeres gastronómicos sin necesidad de gastarnos cifras astronómicas.
Pues, lo dicho, a disfrutar.
©Paco Pérez Dolz. Gastrodelia.

martes, 27 de diciembre de 2011

HUNGRY BIRDS



Tras el enorme éxito que ha supuesto el juego “Angry Birds"©, desde Gastrodelia queremos proponer una nueva versión, llamada “Hungry Birds” , donde unos pájaros hambrientos deben conseguir el mayor número de buenas viandas posibles. En su camino deberán enfrentarse a pizzas artificiales, a Ronald McDonald, fabricantes de melocotón en almíbar insulso, el cocinero de Rota, embotelladores de vinos peleones, paellas congeladas y otros peligros. Tendrán que recolectar todo tipo de alimentos susceptibles de ser disfrutados por estos pájaros de buen paladar. Por supuesto que puntuarán más los Jamones 5J, caviar iraní, o gambas de Dènia.
Muy pronto estará disponible en las tiendas Acme. No os lo perdáis.


Feliz día de los Santos Inocentes.
©Paco Pérez Dolz. Gastrodelia.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Comida Club Gastrodelia 26.11.11


El sábado 26 de noviembre nos reunimos el Club Gastrodelia para celebrar una de nuestras reuniones de hermandad.
Puestos en la árdua tarea de catar distintos productos y poder comentarlo en nuestro blog, iniciamos el trabajo con una degustación de aceitunas de sosa, altramuces y cebollitas en vinagre, junto con unos fantásticos patés de aceitunas, berenjena y pimiento que hizo una de las componentes de nuestro club, Bea Biot.

La verdad es que estaban deliciosos, y si nos descuidamos nos quedamos sin pan para continuar después.
Para acompañar este primer “asalto” fueron Santi y Bea quienes nos propusieron una cata de cervezas que os detallamos a continuación.
LAS CERVEZAS

Tyris
 Tyris es una cerveza valenciana, elaborada en Ribarroja, de trigo de color ambarino intenso, turbia de aroma floral con toques de levadura y cítricos, suave entrada, dulce paso amable y fondo largo, amargura elegante y pronunciada. Dicen que es una weizenbier (o cerveza de trigo estricta)
Tripel Karmeliet
Belga. Es “tripel” porque está elaborada con 3 cereales: trigo, avena y cebada, de alta fermentación y un 8% de volumen alcohólico, con una compleja gama de colores de oro a bronce y con una capa de espuma densa y cremosa, es una cerveza muy fina y seca, debido en gran parte a la exclusiva combinación de los tres cereales, el lúpulo tipo Stiermark (aroma de naranja) y las especias, junto al aspecto afrutado de la levadura de la casa Bosteels, que deja notar sus influencias doblemente por su segunda fermentación en botella.
O’Haras
La cerveza O'Hara's Irish Red Ale, de alta fermentación, es de color rojo con espuma beige claro no muy compacta, con un 4,3% de alcohol en volumen; de aroma fuerte a malta y caramelo; su sabor es ligeramente a malta con notas amargas dejando en el paladar una sensación general muy equilibrada.
Hoegaarden
Cerveza belga blanca o “witbier”. Además de la malta, su mezcla necesita de trigo candeal no malteado, cebada malteada, lúpulo, curasao amargo y sobre todo especias como el coriandro. Este trigo confiere sobre la cerveza su color blanquecino y su aspecto turbio. Hoegaarden Witbier blanco es de fermentación alta, ni se filtra ni se pasteuriza y tiene una doble fermentación en botella. Queda pues un color amarillo pálido intenso turbio, una espuma muy blanca, densa y persistente y todavía contiene levaduras vivas. La cerveza es aromatizada al cilantro y a las cáscaras de naranja el proceso le da aromas de trigo, levaduras, toques balsámicos y algún cítrico. Es muy refrescante, cremosa y suave.Éstos le dan su carácter agradablemente afrutado y refrescante. 




Franziskaner Kristallklar
Cerveza Alemana de abadía, rubia de cebada y trigo, 5% de alcohol. La Kristallklar es una cerveza de trigo sin filtrar, por lo que pierde las levaduras que le darían un color turbio característico. Adopta un color amarillo brillante muy limpio en el que apenas se ven burbujas, y una espuma blanquecina consistente y duradera.
El aroma a plátano tan característico no hace excepción con esta cerveza, y es reforzado por el trigo y los cítricos. En la boca presenta un sabor ácido con toques dulzones, que genera espuma, lo que garantiza que se mantenga su tesitura y su sabor afrutado. El final viene con un leve amargor que deja en el paladar un recuerdo frutal que se mantiene un buen rato.
Franziskaner Naturtrüb
Cerveza alemana de trigo. Es una cerveza de color amarillo dorado pelín anaranjado y algo turbio debido al filtrado del trigo, su espuma es blanca, abundante y sedosa. Su cuerpo es bastante ligero, bien balanceado. Muy perfumada ofreciendo un abanico de aromas a bananas, nueces, flores, y especias aromáticas.
Naturtrüb=sedimento natural, eso que se queda en el fondo de la botella si no la movemos, y es lo que mejor sabe.

Como plato principal habíamos decidido hacer una paella, por lo que en nuestra última reunión hicimos una “sesión de brainstorming” para ver qué ingredientes iban a acompañar el arroz. Finalmente la paella fue de pato y pollo de corral, con rebollones y mezclum de setas, garrofón y bajoqueta.


Mientras Jesús se ponía a preparar el fuego para hacer la paella, nos pusimos a colocar en los platos los quesos que previamente íbamos a degustar. Para ello, nuestro amigo Bertrand de la tienda Solo Queso (mercado de Ruzafa) nos había preparado una rueda de degustación. Fue todo un lujo y un detalle por parte de Bertrand el llegar a su tienda “Sólo Queso” y que ya nos tuviera preparada una propuesta de quesos. Desde aquí queremos agradecerle la buena atención que nos presta y lo mucho que estamos aprendiendo y disfrutando gracias a él, del mundo del queso.
LOS QUESOS
La primera propuesta era un queso llamado Puigpedrós, elaborado en La Cerdanya. Es un queso de corteza lavada hecho con leche de vaca, de pasta semidura. En la boca es cremoso, y con un tremendo sabor. En nariz puede “asustar” un poco a los que no gustan de los quesos muy fuertes, pero el sabor es mucho más equilibrado que su olor. Un queso fantástico para empezar.
                                                     Queso Puigpedrós.

El siguiente era un queso de Canarias, hecho con leche de cabra autóctona y corteza ahumada. La textura es similar a la de un semicurado, con un sabor denso a leche y que conjuga muy bien con el ahumado de la corteza. Nos gustó mucho.
                                         Queso canario de corteza ahumada.

En tercer lugar, Bertrand nos recomendó uno de los pocos quesos azules de leche cruda de cabra hechos en Catalunya, concretamente en Palau d’Anglesola, el Blau de l’avi Ton. Una delicia de queso, cremoso, con la intensidad justa y con una corteza natural que está fenomenal solo, pero además lo acompañamos con una mermelada que nos recomendaron en Bodegas Biosca: una mermelada artesanal de cerveza Tyris, que con la dulzura y ligero amargor que le confiere, hace de cada rebanada un auténtico placer gastronómico. Fue el primero en acabarse.
                                                   Blau de l'avi Ton.

Para el cuarto y quinto queso teníamos dos creaciones de una quesería de Trujillo llamada Finca Pascualete: en primer lugar un queso de pasta dura prensado a mano, hecho con leche cruda de oveja. De aspecto curado y rústico, presenta una corteza ligeramente tostada y un cuerpo de ligero color marfil viejo. Su sabor es medio-fuerte y con cierto postgusto ligeramente picante que lo hace más agradable.
                                                El primer queso de Finca Pascualete.

                                           El queso de torta de Finca Pascualete.

El segundo queso llegado desde Finca Pascualete era su queso de torta, elaborado con leche cruda de oveja y cuajo de flor de cardo. Para degustarlo sólo tenemos que hacer un corte circular en la corteza (que luego se come) a modo de tapadera, levantarlo y untar este cremosísimo queso en una rebanada de pan. Es de un color blanco brillante, presentando una textura muy cremosa, casi pomada, y con algún grumo.
Su sabor es intenso, a leche de oveja, y no presenta puntas de acidez ni detalles de amargor, a veces presentes en algunos quesos. Inunda el paladar y es muy persistente. Un queso para “golosos del queso”. Alguien lo comparó como cuando coges con ganas un bote de Nocilla, y te lo acabarías a cucharadas, je, je.




Todos estos quesos empezamos acompañándolos de algunas cervezas que quedaban y terminamos tomándolos con dos vinos valencianos: Aurum y Argentum de Zagromonte, y un vino de la D.O. Manchuela: Vega Tolosa Bobal Cepas Viejas 2007.

LOS VINOS DE LOS QUESOS
Ambos tintos valencianos son dos crianzas del 2009 de Bodegas Zagromonte-Torrevellisca, que con estos vinos y otro llamado Brundisium, han tratado de dar nuevos aires a esta bodega de Fontanars dels Alforins, dentro de la D.O. Valencia.
El Argentum es un coupage de tempranillo y cabernet sauvignon a partes iguales, con una crianza en barrica de 15 meses. A la vista presenta un color cereza picota, con destellos violáceos, borde granate y capa media, limpia y brillante.
En nariz muestra un equilibrio entre frutas rojas maduras y notas avainilladas. Con un poco más de temperatura, se destapan notas de toffe.
En boca nos pareció de cuerpo medio-alto, con una ligerísima acidez que podría domarse con un poco más de botella. Paladar de frutas rojas maduras, (ciruelas, cerezas) y retronasal con presencia de café con leche.
Por su lado, el Aurum se compone a partes iguales de merlot y cabernet sauvignon, con una crianza en barrica de 12 meses.
En fase visual aparece con un color picota intenso y borde granate, limpio y denso.
En nariz sobretodo hay mucha fruta negra madura, balsámicos y cacao. Intensa, compleja y que va desgranándose poco a poco. Para disfrutarlo viendo la evolución en copa.
En boca es muy sedoso y a la vez corpulento, potente, muy cargado de fruta negra casi en compota, incluso en licor. También distinguimos notas de cacao, maderas, especiados o chocolate con menta, que también se hacen presentes en el retronasal. En conjunto, un gran vino que da la mayor expresión de los vinos mediterráneos de la “Toscana Valenciana”. Está en un momento ideal para consumir, aunque pueda aguantar un par de años más mejorando. Habrá que seguirlo, pero muchos pensamos que está en el momento óptimo.
El representante de la D.O. Manchuela fue un vino de Casas Ibáñez: el Vega Tolosa Bobal Viñas Viejas 2007.
Se muestra con un color cereza picota y borde teja. En la nariz se nota cargado de fruta negra muy madura, mentolados y alguna especia como pimienta negra o clavo.
En la boca presenta la ligera acidez de la bobal, cuerpo medio y nos dio cierta sensación de astringencia. Pensamos que deberíamos haberlo catado primero, antes que los vinos de la D.O.Valencia para haber disfrutado más de sus características. También tendremos que probarlo en 6 meses más o un año y ver cómo le sienta la botella, porque seguramente aún pueda evolucionar más.
En el paladar vuelven los recuerdos de fruta negra, balsámicos y ciertas notas de chocolate o incluso alguien mencionó el regaliz.
Un vino prometedor, con una fantástica RCP y que demuestra que se están haciendo cosas bien hechas en la Manchuela, imprimiendo un carácter propio a sus vinos.



Finalmente, llegó la paella a la mesa, y aunque ya nos habíamos metido en el cuerpo un “generoso aperitivo”, disfrutamos completamente de ella porque a Jesús le quedó estupenda. La buena calidad de la verdura fresca y el toque de los hongos, contrarrestaban la intensidad de la carne de pollo y pato, con un arroz bomba de Sollana, el Santo Tomás, que es apuesta segura y se quedó bien suelto, en su punto y con el toque del cocinero que consiguió un perfecto socarrat por el que hubo unas cuantas disputas amistosas.




LOS VINOS PARA EL ARROZ
Nos habíamos propuesto para esta quedada catar dos vinos de alto nivel. Hacía unos meses que tenía un Chateauneauf du Pape de Michel Chapoutier “La Bernardine” del 2007, y quería tomarlo acompañado de los colegas Gastrodélicos. Previamente me fui a Bodegas Biosca, y allí Begoña me recomendó llevarme un rioja llamado “200 monges” (sí, lo escriben con “g” en vez de con “j”), un reserva del 2004 que sería un dignísimo rival frente al vino francés.
Los decantamos una hora y media antes, y ya en ese momento nos iban llegando los efluvios que nos aseguraban que íbamos a disfrutar.
El 200 monges está elaborado por la riojana Bodega Vinícola Real, en unos terrenos junto a las ruinas del antiguo Monasterio de San Martín de Albelda, en los que se ha apostado por un modelo biodinámico de bajos rendimientos por hectárea, abonados orgánicos y selección manual.
Con un 85% de tempranillo, un 10% de graciano y un 5% de mazuelo, se presenta con un rojo rubí intenso, limpio y de capa alta.
En nariz aparecen intensas notas de frutas rojas, trufa, caja de puros, vainilla y tierra mojada que denotan su intensa crianza en barrica.
En la boca es goloso, intenso y con mucho cuerpo, recobrando los aromas de frutas rojas y los recuerdos a maderas, con un postgusto muy largo.
Desde aquí queremos agradecer a Bodegas Biosca su recomendación, ya que los amantes de los vinos con crianza disfrutaron con las elegantes notas de madera de este vino, perfectamente integradas con la intensa carga frutal.



Los Chateauneauf du Pape, toman el nombre del pueblo donde el Papa Juan XXII construyó un castillo en el siglo XIV donde pasaba largas temporadas potenciando el cultivo de vides destinadas a elaborar los vinos que tanto le gustaban.
Concretamente se sitúa en el sureste de Francia, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, en el distrito de Avignon donde se encuentran las tierras del sur del río Ródano.
Michel Chapoutier también ha optado por un cultivo biodinámico en estas tierras, respetando al máximo el terreno y la uva, tratando de extraer al máximo las virtudes de la Garnacha, que en mayor proporción se une a la Syrah y la Monastrell (Mourvedre) para elaborar este vino.
A la vista aparece con un intenso color picota oscuro, con un menisco amoratado que al agitarse deja unas lágrimas glicéricas que tintan la copa.
Su nariz es compleja, pero sobretodo predominan las frutas rojas o negras muy maduras, arándanos, frambuesas, cerezas, ciruelas negras muy intensas, casi como en compota. También hay rasgos de mineralidad, notas pizarrosas, grafito o tinta china, junto a percepciones de pimienta negra, y alguna especia como canela o clavo.
En la boca entra rotundo, carnoso y aterciopelado, con un estallido de fruta y las notas de mineralidad que inundan el paladar.
En definitiva, un vinazo por el que tengo debilidad, de los que hacen cambiar las percepciones anteriores y plantearte la calidad de muchos vinos que ya has probado. Quiero agradecerle a mi mujer, Asun, por descubrirme este vino y disfrutarlo conmigo de vez en cuando.


EL POSTRE

No podíamos acabar la comida sin un final dulce. De eso se encargó un maestro pastelero, don Julio Fernández, maestro pastelero y padre de nuestro amigo gastrodélico Julio Fernández, que nos hizo un flan impresionante. Tuvimos que pedirle a Julio que lo llamara, y le mandamos una ovación por vía telefónica para agradecerle la molestia que se tomó y demostrarle cuánto disfrutamos con su postre, que nos entró fenomenalmente (algunos repetimos) después del tremendo festín que nos habíamos regalado.




Después de los cafés acompañados por frutos secos bañados en chocolate, y unas copas de whisky o gintonics, cogimos nuestras guitarras, bongos, maracas y el Ipad para tocar unos cuantos éxitos del pop y del rock: hicimos algunas versiones de Creedence, Radio Futura, Los Ronaldos, Beatles, M-Clan, etc…con los que redondeamos un día perfecto entre buenos amigos unidos por la gastronomía.




Ya estamos pensando en la próxima.
Paco Pérez Dolz. Gastrodelia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Cena-Maridaje Bodegas Torrevellisca-Zagromonte en El Método


El pasado lunes 21 de noviembre fuimos invitados a una cena maridaje en el restaurante El Método, situado en la Calle puerto rico nº 14 (96 0915596/635037929), en el valenciano barrio de Ruzafa.

Se preparó un menú especial, a 25 euros, para maridar con algunos vinos de la bodega Torrevellisca-Zagromonte, de Fontanars dels Alforins que os detallaremos a continuación.
El Método abrió el 20 de abril de 2011, con la idea de aportar una cocina mediterránea moderna, a precios asequibles. Sus propietarios Noe y Jorge nos comentan que abren de lunes a domingo, mañanas y tardes, ofreciendo un menú de mediodía a un precio de 9,50 euros. Además, todos los días elaboran arroces melosos, como el marinero (con gambitas y chipirones), el de secreto ibérico con ajos tiernos o el de solomillo con boletus. 
                                                    El equipo de El Método.

En su carta también nos destacan platos como el “Crujiente de quesos variados con mermelada sobre lecho de cebolla caramelizada”, el “Volcán de jamón ibérico con chips de batata crujiente” o el “Croquetón casero de la abuela”.
En los postres hay que destacar su “Biscuit glacé con coulis de frutas del bosque”, “Gianduja caramelizada” o el “Pastel de zanahoria con chocolate” que a buen seguro suponen el final perfecto para cualquier comida o cena.
La bodega es corta, pero con referencias interesantes y a precios comedidos, encontrando vinos como La Planta de Arzuaga, Torrevellisca Argentum o el Azua Verdejo.
A continuación os describimos el menú que nos ofrecieron:
Primero nos sirvieron unas originales croquetas de bacalao, muy suaves y en su punto de fritura, que fueron acompañadas por el vino blanco Palacio de Torrevellisca, hecho con Verdejo, Viura y Macabeo. De color amarillo dorado y reflejos verdosos, se presenta en nariz con aromas de manzana y plátano, siendo en boca fresco, equilibrado y con un final largo además de ligeramente amargoso. 
                                                           Las croquetas

Este mismo vino sirvió para acompañar una magnífica ensalada de bonito escabechado con aire de mar. El bonito estaba delicioso, y la densidad del escabechado (no muy fuerte) se compensaba con la frescura de los vegetales de la ensalada y la refrescante espuma de mar.
                                               Palacio de Torrevellisca Blanco

                                          Ensalada de bonito escabechado

A continuación nos sirvieron el Argentum 2009 Crianza. Un tinto formado a partes iguales por Tempranillo y Cabernet Sauvignon.
Nos encontramos con un vino de color cereza picota y ribete granatoso, de capa media, limpio y transparente, que en nariz destila potentes aromas a fruta roja (cerezas, frambuesas, moras), pimienta verde y notas de vainilla que denotan sus 15 meses de crianza.

Es equilibrado y sedoso en su encuentro en boca, aportando notas de fruta roja y vainilla en el paladar, con un postgusto medio de café con leche muy agradable que empieza a apreciarse tras la media hora de haberse servido (y conseguir la temperatura idónea).
Este vino acompañó a un crujiente de foie y membrillo que fue muy apreciado por los asistentes a la cena. Para nuestro gusto, fue el mejor de los vinos que se sirvieron por su carga frutal y notas de crianza, así como por su cuerpo y profundidad. Un vino para disfrutar tranquilamente.
                                              Crujiente de foie y membrillo

El último plato consistió en unas Carrilladas al chocolate con láminas de oro. Un plato que conjuga la potencia del sabor de la carrillada (cocida al punto) con la sofisticación de la salsa de cocción a la que se le añaden unas onzas de chocolate y unas láminas de sal dorada. Personalmente nos gustó mucho, por la originalidad de mezclar el chocolate con la salsa de la carne. Nos recordó las recetas de la película “Chocolat” o “Como agua para chocolate”. Tendremos que intentar hacerlas en casa.
El Torrevellisca Merlot 2005 crianza, fue el vino elegido para acompañar este plato. Un vino insignia de la bodega, 100% merlot, que en la fase visual muestra un color rojo rubí y menisco granate de capa media. En nariz destila aromas de fruta roja y mentolados, así como ligeros aromas torrefactos.

En boca se encuentra con cierta acidez agradable, y cierto punto de astringencia que no molesta. Muy presente la fruta roja, en recuerdos de cerezas, grosellas y notas florales de violetas, con lo que a ciegas podría pasar por un vino más joven. Las notas de madera que surgen en el retronasal denotan su crianza, junto con ligeros toques de pimienta negra.
Finalmente nos sirvieron una selección de postres caseros con una mistela que supusieron un final perfecto para la cena.