domingo, 8 de julio de 2012

Restaurante Abadía d'Espí.





Hoy quiero hablaros de un restaurante que para nosotros es algo más que eso, por el componente no sólo gastronómico, sino emocional.
Conocimos La Abadía d’Espí allá por el año 1998, cuando abrió sus puertas en la Calle En Sala, una pequeña travesía de la Calle de la Paz. Fue a través de un anuncio en la Cartelera Turia, y tras leer algunas buenas críticas, que nos decidimos a ir a conocer este local.
Era un local estrecho y largo. Nada más entrar, a la derecha, una pequeña barra llena de botellas de vino que ya entonces me llamaron la atención por su cuidada selección. Unas cuantas mesas dispuestas a lo largo del pasillo, y al fondo, junto a la minúscula cocina, una escalera que bajaba a un reservado donde podían sentarse a comer 12 o 13 comensales, frente a una espectacular bodega acristalada donde podías encontrar muchos vinos, la mayoría mediterráneos, y siendo muchos de ellos de bodegas pequeñas, denominaciones poco conocidas y siempre sorprendentes. Todo eso, unido a unos precios por botella muy comedidos, fueron uno de los alicientes que me empujaron a enamorarme de este local.
Todo esto, estaba orquestado por su propietario, Juan Carlos Espí. Un tipo alto (muy alto, siempre pensé que podría haber sido jugador de basket, balonmano o voley), que da un poco de respeto la primera vez que lo conoces, pero que en cuanto hablas con él, te das cuenta de que te encuentras ante una persona amable, educada y ante todo honesta.
Juan Carlos Espí

Ese local tenía un encanto especial para nosotros. Era nuestra época de novios, y muchas veces íbamos a cenar allí. A veces sin reserva previa, pero aunque fueran las 11 de la noche, Juan Carlos nos servía una cerveza, un vino o un vermouth (allí descubrí el Perucci) y esperábamos pacientemente a que alguna mesa quedara libre.
Había una mesa que estaba nada más entrar a la izquierda, bajo un ventanal decorado con una vidriera (la que os pongo en la foto) y que muchas veces ocupábamos, que quedaba casi escondida y que usaba un pequeño bancal de piedra, acomodado con un cojín, como silla y que para nosotros era “nuestra mesa”.
La vidriera de la Abadía

Hace unos años, y como era normal por su buen hacer, Juan Carlos trasladó el negocio a un local mucho más amplio en la Plaza del Arzobispo, tras la Catedral de Valencia y muy cerca de su primer emplazamiento. Un local que ha decorado muy acertadamente, con zonas que pueden habilitarse como reservados y que mantiene el espíritu de esa primigenia Abadía d’Espí.

Entrada. Situado en una preciosa plaza.

Sala

Sala y vista de la bodega


Siempre he definido a La Abadía d’Espí como un restaurante honesto. Juan Carlos sabe lo que ofrece, cómo lo ofrece y lo que vale. Es difícil encontrar sitios así, donde encuentres calidad, producto y buena atención a precios razonables. Es más, su carta creo que ha variado mínimamente los precios desde que abrió, algo no muy común por estos lares.
Esto se manifiesta en su clientela, que cada vez ha crecido más, y ya es muy difícil encontrar mesa sin reservar. Yo recomiendo llamar siempre con unos días de antelación, porque es uno de los locales que generalmente están llenos, y por algo será.
Si hubiera que definir la cocina de este restaurante, os diría que está basada en la tradición, pero con la interpretación de la actualidad. En su carta encontramos platos sencillos y otros más elaborados, que tienen siempre en común el buen producto que Juan Carlos selecciona personalmente. Incluso siempre suele ofrecerte algún plato fuera de carta, con aquello que él ha encontrado interesante en su visita al Mercado Central, muy próximo a su local.
Recupera platos típicos de la cocina española, como las lagrimitas sevillanas que elabora con pechuga de pollo y un adobo especial, las tortitas de camarones, el formatge a mig coure, etc. Las fideadas son distintas reinvenciones de la famosa fideuà, aportando distintos ingredientes, como verduras variadas, o incluso mallorquina con pimientos de padrón y costrones de queso ahumado, la de fideos rojos, o la de “Los Serranos” con carne.
Fideada

Lagrimitas sevillanas

Los hatillos son, seguramente, uno de sus platos más conocidos y demandados, un sencillo entrante consistente en un saquito de pasta filo relleno de crema de queso y langostinos, que se fríe mínimamente y se cierra con un hilo de cebollino.
Hatillos

Después vinieron los “pepitos”, una reinvención de un bocadillo típico valenciano, los finitos, que son como carpaccios de distintos productos (jamón, atún, magret, cecina) que sirve acompañados cada uno de su salsa correspondiente, donde es difícil resistirse a mojar pan. Pan que nunca falta en sus mesas, y que cuando sale caliente es una verdadera delicia.
Finitos

Pepitos

Ensaladas, montaditos de morcilla y otros muchos entrantes pueden servir para empezar un buen menú, aunque dejarse aconsejar por Juan Carlos siempre es una buena idea si es la primera vez que vas. Él os aconsejará según el hambre que tengáis, vuestros gustos, etc.
Aperitivo de la casa

Finito de cecina

Respecto a las carnes, volvemos a lo mismo, buena materia prima que no esconde entre salsas y preparaciones difíciles. El rabo de toro está fantástico, así como el chuletón deshuesado, el solomillo de ciervo con arándanos o mi favorito, los lomitos de pato que sirve con su hígado y una reducción de Pedro Ximenez.
Solomillo

Lomitos de pato que cené la otra noche

En los pescados, lo mismo, Juan Carlos os dirá lo que tiene del día, aunque podéis encontrar sus famosas brochetas de mar, el bacalo “humilde” o el favorito de Asun, las kokotxas al estilo de Getaria, servidas con un pilpil impresionante.
Las kokotxas

En los postres también encontramos recetas de tartas tradicionales, como de chocolate, de queso, la Abadía de limón (similar a una natilla o dulce de leche con limón y yogur), y los fantásticos sorbetes que preparan para cerrar de forma refrescante una buena comida o cena.
Tarta chocolate

Pastel blanco

También dispone de una selección de destilados muy correcta, o pueden prepararos un buen gintonic. Además, en el apartado de vinos dulces, recuerdo probar una “triple mistela” que elaboran mezclando varios vinos dulces valencianos.
Respecto a los vinos, lo que ya he comentado al principio. Tiene una carta moderna, basada en vinos mediterráneos, y con gran presencia de denominaciones de origen pequeñas, Vinos de la Tierra, de pequeñas bodegas, o en definitiva, cualquier vino que Juan Carlos considera interesante. Preguntadle y no os arrepentiréis.
Detalle de la bodega

Bodega en dos alturas

En este restaurante recuerdo haber probado mis primeros vinos “de nivel” como un Clos de L’Obac o un Finca Terrerazo, sorprenderme con un tinto  andaluz o descubrir bodegas valencianas emergentes.
He recomendado  a muchos amigos este restaurante, de donde siempre vienen contentos, y ahora que tengo la oportunidad de publicarlo en el blog, tengo el placer de recomendároslo a todos vosotros.
Asun brindando por vosotros


Juan Carlos es un trabajador nato, y su nuevo paso adelante va a ser más que nada un “gran salto”. Está creando desde hace unos años, una granja en Picassent donde se abastecerá de la mayoría de productos que se usen en su restaurante: leche, huevos, hortalizas, frutas, carnes, aceite…un trabajo enorme que dará sus frutos a buen seguro, y que os iremos contando, en una clara apuesta por el buen producto.

Más que nada, también quería redactar esta entrada por dos motivos. El primero porque es una muestra de lo que, a mi parecer es algo fundamental en la gastronomía, como en todas las artes, el hacer que el  comer en un restaurante trascienda más allá del mero acto físico y pase al lado emocional. Y por otro lado, por agradecer a Juan Carlos el que haya conseguido esto durante todos estos años.
El otro día volvíamos Asun y yo a cenar a la Abadía d’Espí tras casi dos años sin pasar por allí, porque ya sabéis que cuando se tienen niños pequeños es difícil salir a cenar los dos solos a un restaurante, y además nuestras distintas ocupaciones y compromisos nos habían alejado un poco de las cenas en restaurantes.
Ni que decir tiene, que Juan Carlos nos trató fenomenal, como si hubiéramos estado la semana pasada, se acordaba de nosotros y nos cuidó como siempre. Además tuvo un detalle del que él no fue consciente, pero que para nosotros significó mucho.
Os he contado que en el antiguo local había una vidriera tras la mesa donde nos solíamos sentar, y cuando Juan Carlos nos pasó a la mesa que nos había reservado, una sonrisa iluminó nuestros rostros. Allí estaba la vidriera, puesta en la pared. Estábamos en nuestra mesa, en la Abadía d’Espí, en la mesa que nos vió ir de novios, luego recién casados, más tarde con Asun embarazada por dos ocasiones (allí era el primer restaurante al que nos escapábamos cuando dejábamos a los críos por primera vez a dormir fuera de casa) y hoy, años después seguía allí, como Juan Carlos y su buen hacer.
Gracias, amigo. Mucho ánimo con tu nuevo proyecto.


Salud, amigos!!!


Aquí os dejo una entrevista a Juan Carlos, hecha por Paco Alonso.
Entrevista a Juan Carlos Espí



Plaza del Arzobispo, 5  46003 Valencia
            963 51 20 77
 

 Paco Pérez Dolz. Gastrodelia. Julio 2012.


sábado, 7 de julio de 2012

Va de burbujas. Recomendaciones espumosas.


Ahora que empieza a apretar el calor, van apeteciendo vinos más frescos y con menos carga alcohólica. Y creo que nada mejor que los vinos espumosos de la D.O. Cava o la A.O.C. Champagne.
Tenemos que desterrar ese tópico de que estos vinos son para celebraciones, para brindar con la tarta de cumpleaños o para tirárselo por encima al ganador de una carrera. Son vinos excelentes para tomar como aperitivo: probadlos con un buen jamón, o embutidos o unos salazones y veréis.

Son además, vinos que pueden acompañar perfectamente cualquier plato y hacernos disfrutar de una comida de principio a fin. Eso sí, no olvidéis nunca enfriarlos adecuadamente en una cubitera si no queréis que se calienten en la mesa.
Y por favor, desterremos el Lambrusco de nuestras costumbres y bebamos vinos de verdad. Os sorprenderéis si buscáis buenos cavas, de pequeños productores, y veréis que tienen precios muy asequibles para la calidad que dan, o incluso champagnes que se alejan de las famosas marcas tan mediáticas, y que pueden costar la mitad que esos que riegan las cabezas de ciclistas y pilotos de fórmula 1.
En estas últimas semanas, hemos tomado unos cuantos espumosos que os quiero recomendar.

Cuando quiero beber un cava, no quiero gastarme mucho y sólo tengo a mano el supermercado del barrio.

Dando un vistazo a los lineales de Consum y Mercadona, mi consejo está muy claro: Anna de Codorniu Brut.
Lo podemos encontrar en dos versiones: el blanco, elaborado con chardonnay y parellada, o el rosado hecho con pinot noir y chardonnay.


Ambos los veréis por unos 8-9 euros, y si los comparamos con sus vecinos de expositor, pienso que no hay color por la relación calidad-precio que tienen.
El blanco es más cítrico y cremoso. Presenta notas en nariz de cáscara de limón, azahar y aromas de pastelería. Un cava muy correcto que os recomiendo desde aquí.
En cuanto al rosado, tal vez pueda parecer más exótico para quienes no estén acostumbrados. Presenta un bonito color salmón anaranjado, y una burbuja más fuerte (tal vez excesiva) que viene proporcionada por la pinot noir. En nariz da algo de manzana, levaduras y mucha presencia de fresas. Sobretodo me recuerda a la fresa de los chupachups de Kojak.

En boca es menos cremoso que el blanco, aunque más largo y ligeramente amargo. Tiene un precio similar, y también me parece una buena solución de urgencia con una fantástica relación calidad-precio para lo que hay en los lineales de los supermercados.

Cuando quiero un buen cava, pero no quiero gastarme mucho dinero.

Tenemos la enorme suerte de que en nuestro país se hagan buenos vinos a precios muy comedidos, aunque el problema es que esos vinos no suelen llegar al gran público, ni se suelen ofrecer en las cartas de muchos restaurantes. Eso puede darnos para hablar mucho sobre ello, pero no es el objeto de esta entrada.
Aproximadamente por 10-15 euros, podéis encontrar en bodegas y tiendas de vinos muchos cavas de muy buena calidad.
Otras veces os he hablado del Cava Filo, encargado por nuestro amigo Ernesto Vilar a Pepe Hidalgo, de Unión Vinícola del Este (Requena) y elaborado con chardonnay y macabeo a partes iguales. Un buen cava valenciano, cítrico y cremoso, refrescante y muy agradable que podéis encontrar en Carnes Filo (Mercado de Ruzafa) o en Bodegas Biosca.
Otro de ellos, es el Ferret Brut Nature Gran Reserva 2006. Elaborado con macabeu, xarel.lo y parellada es un fantástico cava con más de 4 años de crianza. 

Tiene un bonito color amarillo dorado y su burbuja es fina. En nariz es eminentemente floral y cítrico, con matices de azahar, jazmín, lavanda, limón y algunas notas de anís. Posteriormente aparecen las notas de levaduras y de la crianza en forma de almendras tostadas.
En boca es cremoso, largo y ligeramente amargo al final. Una muy buena opción que no supera los 10 euros.
Siguiendo con la añada de 2006, podéis encontrar igualmente en bodegas y tiendas de vinos (estos en supermercados es raro encontrarlos) un cava de una de las bodegas con más prestigio de nuestro país: Gramona.
El Gramona Imperial Brut Gran Reserva 2006, cuesta sobre los 13 euros, y es un vino con más de 4 años de crianza que está hecho con un 50% de xarel.lo, 40% de macabeo y 10% de chardonnay.
En nariz es muy complejo, para disfrutar oliéndolo un buen rato, y descubriendo matices como manzana al horno, avellanas y almendras tostadas, hierba recién cortada, galletas calientes, levaduras, mantequilla…
En boca es vinoso, rotundo, con cuerpo y muy largo. Un tremendo vino que puede acompañar toda una comida sin problemas.
De la añada 2007, hemos probado el Recaredo Brut Nature 2007. Otro gran reserva, con 43 meses de crianza y que no supera los 14-15 euros.
Presenta aromas frutales de manzana y pera, bollería recién horneada, almendras tostadas, flor de mimosa, camomila, mantequilla y caramelo recién tostado.
En boca es muy cremoso, rotundo y muy largo. Muy recomendable para iniciarse en los buenos cavas.
 En Valencia, os recomiendo que visitéis a mis amigos de Bodegas Biosca, que os podrán asesorar muy bien en materia de cavas. Aquí podéis ver su nueva web
Por otra parte, el amigo Nacho Larrauri de Makro también os hará buenas recomendaciones.



Cuando quiero probar un buen champagne.

Generalmente, suelo seguir las recomendaciones de mis amigos Juan Ferrer y Rebeca García de la Vinoteca Enópata. Gracias a ellos me he iniciado en el mundo de la AOC Champagne y estoy disfrutando de vinos excelentes.
Bien es cierto, que hablamos de vinos que ya superan los 25 euros por norma general, pero hay que tener en cuenta que son vinos de producciones limitadísimas, elaborados por métodos artesanales y respetuosos con el medio ambiente, que provienen de parcelas pequeñas catalogadas como excelentes por las entidades reguladoras, y que consiguen elevar la categoría de estos vinos a algo casi celestial que les hace famosos en el mundo entero.
Los dos que hemos bebido esta misma semana son:
Andre Clouet Millesime 2002
Elaborado por este mago del champagne, es un pinot noir (blanc de noir) de la que seguramente sea la mejor añada desde 1996.
Se muestra con un color amarillo dorado viejo. La burbuja es media y potente, formando una corona crujiente.
En nariz es muy complejo, con muchas notas de manzana al horno, membrillo, frutos secos, croissants recién hechos, algo de frutas rojas (ciruelas, fresas), canela, azúcar caramelizado y piedra mojada.
En boca es corpulento, redondo y vinoso. Tiene muy presentes las notas de tostados y cierta amargor final.
Este acompañó perfectamente una paella valenciana que hizo mi madre.
En tienda está por unos 38 euros aproximadamente.
Asun y el menda a punto de abrir esta joya, nótese el careto de felicidad.

Frank Bonville Les Belles Voyes

Este vino son palabras mayores. Uno de los que más me han gustado este año.
Ronda los 57 euros, pero las sensaciones que provoca en aquellos que amamos el vino, no tienen precio.
Bonville elabora primeramente vinos base, de sus parcelas catalogadas como Grand Cru, que envejecen en barricas de roble francés durante un año, en unas condiciones de humedad y temperatura excelentes para producir grandes champagnes. Después, el espumoso envejece durante 74 meses en rima, dando lugar a este espectacular vino.
A la vista se muestra con un tono amarillo dorado y reflejos verdosos. Presenta burbujas muy pequeñas, que forman una corona muy visible.
En nariz es muy complejo, para disfrutarlo durante horas y ver cómo evoluciona. Hay manzana, lima, mantequilla caliente, avellanas tostadas, piña o caramelo, entre otras muchas sensaciones. Los aromas llegan a la nariz cuando estás sirviéndolo en la copa, ya de lejos.
En boca es voluptuoso, redondo, corpulento pero no pesado de beber. Se deshace en la lengua con una cremosidad increíble, y llena el paladar de tantos matices como en nariz.
De esos vinos que no quisieras acabar nunca. Enorme.
Nosotros lo tomamos con una selección de ahumados y salazones (atún, pez espada, salmón, anchoas) y primeramente con un buen jamón ibérico. 

Os dejo algunos vídeos sobre cómo abrir correctamente un vino espumoso:
Video 1 
Video 2 
Video 3 


Con esto termino las recomendaciones de los vinos espumosos que hemos probado recientemente. Sé que hay muchos, que a cada uno le gustará uno distinto, que habrá preferencias por precios, tipos de uvas, zonas, etc. Pero todo esto dejémoslo a otra parte, y vamos a intentar romper con los tópicos. Disfrutemos de los vinos espumosos, aprovechemos ahora que viene el calor, y bebámoslos todo el año. Probad a maridarlos con vuestros platos favoritos, buscad por las bodegas y tiendas. Preguntad a los expertos que trabajan allí, que seguro que os asesoran muy bien, y seguro que encontráis algo que os hará disfrutar.
Por supuesto, os invito a que dejéis vuestras recomendaciones, que hagáis comentarios y nos ayudemos entre todos a descubrir buenos vinos.
Salud, y…bebed vino. Hay pocas cosas más saludables.
A disfrutar.
©Paco Pérez Dolz. Gastrodelia. Julio 2012.