El pasado viernes 11 de noviembre nos reunimos el Club Gastrodelia para ir a visitar el restaurante Rafa Morales, aprovechando las jornadas de cocina vegetariana que ha organizado.
Rafa Morales ha trabajado como jefe de cocina de El Bulli, y de allí pasó al Bulli Hotel Alquería Benazuza, donde consiguió las 2 estrellas Michelín que hoy tiene el establecimiento sevillano de Ferràn Adrià.
En el momento que nos pusimos en contacto con él para organizar la cena, nos envió por e-mail el menú que nos iba a preparar, y sólo leyéndolo ya nos ilusionamos al ver la degustación que había ideado. Así que nos juntamos 10 buenos amigos, y esa noche nos fuimos al Hotel Las Arenas de Valencia, donde tiene la sede el restaurante de Rafa Morales.
Primero hicimos una visita a Casa Montaña donde nos tomamos unas anchoas típicas del local, y unos montaditos de morcilla acompañados de un Dido 2008 de la D.O. Montsant.
Una vez hecho el “calentamiento” previo al encuentro, nos dirigimos a nuestro destino. La verdad es que el emplazamiento es una maravilla, porque el hotel se encuentra en primera línea de playa y es precioso. El restaurante está ubicado junto a una de las piscinas del complejo y desde sus cristaleras se divisa todo el paseo marítimo de la Malvarrosa, lo que hace mejorar aún más la experiencia.
Nos recibió la hermana de Rafa, Mónica, que ejerce de maitre ayudada por otra compañera. Tenemos que destacar el servicio que nos ofrecieron durante toda la cena, amable, simpático , cercano y muy profesional.
Habían preparado una mesa alargada, con una decoración moderna y sencilla. En uno de los lados de la mesa nos esperaba el vino tinto que íbamos a tomar con el menú, un Emilio Clemente Crianza 2004 de la D.O. Utiel-Requena, con las copas preparadas y ya decantado.
Lo primero que hicieron tras darnos la bienvenida, y salir Rafa a saludarnos, fue ponernos unas toallitas calientes al agua de azahar, que nuestras manos recibieron con mucho agrado, pues el paseíto por el Cabañal y la cercanía al mar nos las había enfriado un poco. Un buen detalle para empezar.
La toallita, que al mojarla con el agua de azahar, crece espectacularmente.
Mientras tanto, empezaron a servirnos un “Agua de Valencia en suspensión” en unas copas de cava, decoradas con un poco de azúcar por el borde. Se trata de un cóctel elaborado con zumo de naranja natural y cava, al que han incorporado trozos de fruta minúsculos. Con este cóctel nos sirvieron una tapa llamada “Fresa, Campary, Sancho y Albahaca”, una fresa aderezada con esos ingredientes, que sirvió para ir abriendo nuestros ya expectantes paladares.
A continuación vino el desfile de tapas, compuesto por:
Aceituna esférica: servida en una cuchara y al introducirla en la boca, explota la cubierta y libera una especie de coulis de aceituna. Sorprendente y de espectacular sabor.
Almendras en tempura con comino: una especie de falsas “almendras garrapiñadas”, con el sabor del comino y un recubrimiento crujiente.
Magdalena de aceituna negra y Cruji-pizzas: La pequeña magdalena con un delicioso sabor a aceituna, y una pizza en miniatura con un potente sabor y una textura crocante.
Trufas heladas dulces-saladas: nos recordaron por su aspecto a los Ferrero-Rocher, ja, ja…pero ni punto de comparación. Al introducirlas en la boca lo primero que notas es el sabor salado de las almendras que la recubren, muy sutil ,y después viene la potencia del chocolate. Alguien comentó que le recordaba el sabor de las meriendas infantiles de pan con chocolate.
Ya estábamos comentando cuánto nos habían gustado y sorprendido los entrantes cuando empezaron a servirnos lo que llaman las “tapas del centro mesa”. La verdad es que mantuvieron los tiempos de servicio de una manera estupenda, permitiéndonos disfrutar de los sabores, comentar, etc. En definitiva, contribuyeron a que disfrutáramos tranquilamente de la cena, manteniendo un hilo conductor a lo largo de toda la noche.
Las tapas fueron:
Ensalada mejicana con caviar de trucha: con lechuga, tomate, aguacate, palmito y las huevas.
Pan a la brasa con tomate: Una de las cosas que más nos sorprendió. Una “simple” rebanada de pan, que esconde una corteza muy crujiente, miga consistente y un buen tomate untado. La sorpresa viene con el impresionante sabor a brasa, que no molesta en absoluto, y que llena el paladar. Nos dijeron que se consigue con un aceite donde se introducen brasas de madera de encina, y que tras un tiempo de maceración es filtrado, para posteriormente servirlo sobre la tostada. Fenomenal.
Empanadillas de cebolla, col y soja: crujientes y sabrosas. Tal vez el plato que pasó más desapercibido. Su temperatura y textura las hicieron muy agradables.
Alcachofas 2 temperaturas: son dos mitades de una alcachofa. Una está cocida, y servida junto con una muselina de olivas. El punto de cocción fantástico, ya que están perfectamente “al dente”. La otra mitad, está rebozada y ligeramente frita en con pimentón, lo que le da un sabor más potente y un punto crujiente. Nos encantaron, y propiciaron un debate sobre el maridaje de las alcachofas (al final ganó el agua) y sobre las distintas maneras de preparar esta verdura. A mí me encantaban de pequeño (y ahora) rebozadas como las hace mi madre, con un poquito de mayonesa. Así que, mamá, si lees esto, ya sabes…yo te llevaré las alcachofas. Personalmente, con una copita de manzanilla o jerez, están fenomenal como aperitivo.
Cubo crujiente-meloso vegetal: Viene a ser una especie de croqueta cuadrada hecha con verduras, en la que destaca la cobertura crujiente y el interior suave y con potente sabor por las verduras (creímos identificar col y/o berenjena entre los ingredientes) y alguna especia que supusimos clavo o comino.
Buñuelos de patata, all i oli y azafrán: Una especie de albóndiga de ajoarriero, con un rebozado externo negro (tinta de clamar) y un remate con salsa de all i oli al azafrán. Ligero y sabroso, por el sabor a mar que le da la tinta y por su textura sedosa. Nos dijo Mónica, que viene a ser una falsa “croqueta de bacalao sin bacalao”.
Hay que decir que todas estas creaciones las acompañamos de un vino blanco valenciano: Marques de Caro Blanco. La verdad es que es un vino de gama básica, pero que cumplió bien su papel. Lo cierto es que, por el precio al que ofrecen el menú (41 euros) tampoco se puede pedir más en los vinos, que vuelvo a insistir, no desmerecieron el menú. Este vino y el Emilio Clemente Crianza 2004 son los que incluye el precio del menú, junto con el agua (Viladrau). Si se quiere, se puede elegir cualquier vino de la carta, o sugerir a Rafa lo que quiere gastarse el grupo en vinos y él os hará una propuesta de maridaje sin problemas.
Nuestra idea es, en otra ocasión, proponerle a Rafa un menú maridado con otros vinos, y por votación del grupo se decidió no incluir otros en esta cena.
Seguíamos disfrutando de la gastronomía y la buena compañía, cuando nos sirvieron el vino tinto para acompañar los platos que vinieron a continuación:
La espuma caliente de patata con corona de trufas, es un plato de El Bulli del año 1998. Un homenaje, según reza en la carta “a nuestro amigo y maestro Ferràn Adrià, va por ti, maestro”. De esa forma introduce Rafa esta espuma, tan típica de la cocina de Adrià y que sorprende por su textura, sedosa y que inunda toda la boca con el sabor de los ingredientes. La trufa está laminada sobre la espuma en cantidad generosa.
Tras esta creación, nos sirvieron un “sorbete sólido de piña colada”: un bloque helado de piña colada, servido en un envoltorio de papel de celofán de distintos colores.
Fue el contraste perfecto tras la espuma caliente, y que preparó nuestros paladares para degustar el último plato:
Canelón de calabacín, tubérculos y trigo tierno al jengibre. El calabacín laminado en forma de espiral encierra la crema de tubérculos, muy potente y sabrosa, que está acompañada por el original trigo tierno.
Hasta aquí ya estábamos bastante saciados en cuanto a nuestra hambre fisiológica y la gastronómica, por el desfile de platos que nos habían ofrecido. La verdad es que algunos venían con cierta reticencia, por el miedo a quedarse con hambre, por el típico tópico de la cocina vegetariana, pero nada más lejos de la realidad. Y os aseguro que en el grupo somos unos cuantos “de muy buen comer”.
A continuación nos abrieron una botella de un Gewurztraminer alsaciano: Ribeauville Prestige Vendages Manuelle 2007 para acompañar el postre y los bocaditos dulces que rematarían la velada.
El postre fue un “cremoso de chocolate, copos de avena caramelizados, naranja y anís”, que consiste en un mini-bizcocho de chocolate, relleno de crema caliente de chocolate, cubierto por unos “peta-zetas” caramelizados, finas hebras de naranja confitada, servido sobre una confitura de frutos rojos, y aromatizado con un spray de anís. Espectacular, y un disfrute para los golosos.
Con el café, llegaron los “tagliatelli de vainilla”, un tipo de gominola con ese sabor pero que pecaba de un exceso de pica-pica que le daba excesiva acidez.
Jesús tomando el tagliatelle "a su manera".
También nos sirvieron las “delicias heladas de chocolate” un pequeño helado de chocolate que acompañó muy bien el café.
Después de la cena nos salimos a la terraza del hotel, donde junto a una estufa nos sirvieron unos gintonics para terminar una velada perfecta.
Desde aquí queremos felicitar a Rafa Morales y a todo su equipo, por la maravilla de menú que prepararon y por lo a gusto que nos hicieron sentir. Huelga decir que la relación calidad-precio de lo que allí vivimos es imbatible hoy por hoy en nuestra ciudad, y que comprendemos que con estas jornadas, el restaurante ha hecho un esfuerzo encomiable por hacer llegar su propuesta al público. Ojalá cundiera el ejemplo.
Por supuesto que os recomendamos a todos vosotros la experiencia que hemos vivido. Los datos de contacto son:
Teléfonos: 626 334 931 / 608 251 029