Hoy quiero hablaros de un restaurante que para nosotros es algo más que
eso, por el componente no sólo gastronómico, sino emocional.
Conocimos La Abadía d’Espí allá por el año 1998, cuando abrió sus puertas
en la Calle En Sala, una pequeña travesía de la Calle de la Paz. Fue a través
de un anuncio en la Cartelera Turia, y tras leer algunas buenas críticas, que
nos decidimos a ir a conocer este local.
Era un local estrecho y largo. Nada más entrar, a la derecha, una pequeña
barra llena de botellas de vino que ya entonces me llamaron la atención por su
cuidada selección. Unas cuantas mesas dispuestas a lo largo del pasillo, y al
fondo, junto a la minúscula cocina, una escalera que bajaba a un reservado
donde podían sentarse a comer 12 o 13 comensales, frente a una espectacular
bodega acristalada donde podías encontrar muchos vinos, la mayoría
mediterráneos, y siendo muchos de ellos de bodegas pequeñas, denominaciones
poco conocidas y siempre sorprendentes. Todo eso, unido a unos precios por
botella muy comedidos, fueron uno de los alicientes que me empujaron a
enamorarme de este local.
Todo esto, estaba orquestado por su propietario, Juan Carlos Espí. Un tipo
alto (muy alto, siempre pensé que podría haber sido jugador de basket,
balonmano o voley), que da un poco de respeto la primera vez que lo conoces,
pero que en cuanto hablas con él, te das cuenta de que te encuentras ante una
persona amable, educada y ante todo honesta.
Juan Carlos Espí |
Ese local tenía un encanto especial para nosotros. Era nuestra época de
novios, y muchas veces íbamos a cenar allí. A veces sin reserva previa, pero
aunque fueran las 11 de la noche, Juan Carlos nos servía una cerveza, un vino o
un vermouth (allí descubrí el Perucci) y esperábamos pacientemente a que alguna
mesa quedara libre.
Había una mesa que estaba nada más entrar a la izquierda, bajo un
ventanal decorado con una vidriera (la que os pongo en la foto) y que muchas
veces ocupábamos, que quedaba casi escondida y que usaba un pequeño bancal de
piedra, acomodado con un cojín, como silla y que para nosotros era “nuestra
mesa”.
La vidriera de la Abadía |
Hace unos años, y como era normal por su buen hacer, Juan Carlos trasladó
el negocio a un local mucho más amplio en la Plaza del Arzobispo, tras la
Catedral de Valencia y muy cerca de su primer emplazamiento. Un local que ha
decorado muy acertadamente, con zonas que pueden habilitarse como reservados y
que mantiene el espíritu de esa primigenia Abadía d’Espí.
Entrada. Situado en una preciosa plaza. |
Sala |
Sala y vista de la bodega |
Siempre he definido a La Abadía d’Espí como un restaurante honesto. Juan
Carlos sabe lo que ofrece, cómo lo ofrece y lo que vale. Es difícil encontrar
sitios así, donde encuentres calidad, producto y buena atención a precios
razonables. Es más, su carta creo que ha variado mínimamente los precios desde
que abrió, algo no muy común por estos lares.
Esto se manifiesta en su clientela, que cada vez ha crecido más, y ya es
muy difícil encontrar mesa sin reservar. Yo recomiendo llamar siempre con unos
días de antelación, porque es uno de los locales que generalmente están llenos,
y por algo será.
Si hubiera que definir la cocina de este restaurante, os diría que está
basada en la tradición, pero con la interpretación de la actualidad. En su
carta encontramos platos sencillos y otros más elaborados, que tienen siempre
en común el buen producto que Juan Carlos selecciona personalmente. Incluso
siempre suele ofrecerte algún plato fuera de carta, con aquello que él ha
encontrado interesante en su visita al Mercado Central, muy próximo a su local.
Recupera platos típicos de la cocina española, como las lagrimitas
sevillanas que elabora con pechuga de pollo y un adobo especial, las tortitas
de camarones, el formatge a mig coure, etc. Las fideadas son distintas
reinvenciones de la famosa fideuà, aportando distintos ingredientes, como
verduras variadas, o incluso mallorquina con pimientos de padrón y costrones de
queso ahumado, la de fideos rojos, o la de “Los Serranos” con carne.
Fideada |
Lagrimitas sevillanas |
Los hatillos son, seguramente, uno de sus platos más conocidos y
demandados, un sencillo entrante consistente en un saquito de pasta filo
relleno de crema de queso y langostinos, que se fríe mínimamente y se cierra
con un hilo de cebollino.
Hatillos |
Después vinieron los “pepitos”, una reinvención de un bocadillo típico
valenciano, los finitos, que son como carpaccios de distintos productos (jamón,
atún, magret, cecina) que sirve acompañados cada uno de su salsa
correspondiente, donde es difícil resistirse a mojar pan. Pan que nunca falta
en sus mesas, y que cuando sale caliente es una verdadera delicia.
Finitos |
Pepitos |
Ensaladas, montaditos de morcilla y otros muchos entrantes pueden servir
para empezar un buen menú, aunque dejarse aconsejar por Juan Carlos siempre es
una buena idea si es la primera vez que vas. Él os aconsejará según el hambre
que tengáis, vuestros gustos, etc.
Aperitivo de la casa |
Finito de cecina |
Respecto a las carnes, volvemos a lo mismo, buena materia prima que no
esconde entre salsas y preparaciones difíciles. El rabo de toro está
fantástico, así como el chuletón deshuesado, el solomillo de ciervo con
arándanos o mi favorito, los lomitos de pato que sirve con su hígado y una
reducción de Pedro Ximenez.
Solomillo |
Lomitos de pato que cené la otra noche |
En los pescados, lo mismo, Juan Carlos os dirá lo que tiene del día,
aunque podéis encontrar sus famosas brochetas de mar, el bacalo “humilde” o el
favorito de Asun, las kokotxas al estilo de Getaria, servidas con un pilpil
impresionante.
Las kokotxas |
En los postres también encontramos recetas de tartas tradicionales, como
de chocolate, de queso, la Abadía de limón (similar a una natilla o dulce de
leche con limón y yogur), y los fantásticos sorbetes que preparan para cerrar
de forma refrescante una buena comida o cena.
Tarta chocolate |
Pastel blanco |
También dispone de una selección de destilados muy correcta, o pueden
prepararos un buen gintonic. Además, en el apartado de vinos dulces, recuerdo
probar una “triple mistela” que elaboran mezclando varios vinos dulces
valencianos.
Respecto a los vinos, lo que ya he comentado al principio. Tiene una
carta moderna, basada en vinos mediterráneos, y con gran presencia de
denominaciones de origen pequeñas, Vinos de la Tierra, de pequeñas bodegas, o
en definitiva, cualquier vino que Juan Carlos considera interesante.
Preguntadle y no os arrepentiréis.
Detalle de la bodega |
Bodega en dos alturas |
En este restaurante recuerdo haber probado mis primeros vinos “de nivel”
como un Clos de L’Obac o un Finca Terrerazo, sorprenderme con un tinto andaluz o descubrir bodegas valencianas
emergentes.
He recomendado a muchos amigos
este restaurante, de donde siempre vienen contentos, y ahora que tengo la
oportunidad de publicarlo en el blog, tengo el placer de recomendároslo a todos
vosotros.
Asun brindando por vosotros |
Juan Carlos es un trabajador nato, y su nuevo paso adelante va a ser más
que nada un “gran salto”. Está creando desde hace unos años, una granja en
Picassent donde se abastecerá de la mayoría de productos que se usen en su
restaurante: leche, huevos, hortalizas, frutas, carnes, aceite…un trabajo
enorme que dará sus frutos a buen seguro, y que os iremos contando, en una
clara apuesta por el buen producto.
Más que nada, también quería redactar esta entrada por dos motivos. El
primero porque es una muestra de lo que, a mi parecer es algo fundamental en la
gastronomía, como en todas las artes, el hacer que el comer en un restaurante trascienda más allá
del mero acto físico y pase al lado emocional. Y por otro lado, por agradecer a
Juan Carlos el que haya conseguido esto durante todos estos años.
El otro día volvíamos Asun y yo a cenar a la Abadía d’Espí tras casi dos
años sin pasar por allí, porque ya sabéis que cuando se tienen niños pequeños
es difícil salir a cenar los dos solos a un restaurante, y además nuestras
distintas ocupaciones y compromisos nos habían alejado un poco de las cenas en
restaurantes.
Ni que decir tiene, que Juan Carlos nos trató fenomenal, como si
hubiéramos estado la semana pasada, se acordaba de nosotros y nos cuidó como
siempre. Además tuvo un detalle del que él no fue consciente, pero que para
nosotros significó mucho.
Os he contado que en el antiguo local había una vidriera tras la mesa
donde nos solíamos sentar, y cuando Juan Carlos nos pasó a la mesa que nos
había reservado, una sonrisa iluminó nuestros rostros. Allí estaba la vidriera,
puesta en la pared. Estábamos en nuestra mesa, en la Abadía d’Espí, en la mesa
que nos vió ir de novios, luego recién casados, más tarde con Asun embarazada
por dos ocasiones (allí era el primer restaurante al que nos escapábamos cuando
dejábamos a los críos por primera vez a dormir fuera de casa) y hoy, años
después seguía allí, como Juan Carlos y su buen hacer.
Gracias, amigo. Mucho ánimo con tu nuevo proyecto.
Salud, amigos!!! |
Aquí os dejo una entrevista a Juan Carlos, hecha por Paco Alonso.
Entrevista a Juan Carlos Espí
Plaza del Arzobispo, 5 46003 Valencia
963 51 20 77
Paco Pérez Dolz. Gastrodelia. Julio 2012.
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