Hoy quiero
recomendaros uno de los vinos blancos que más me ha impactado últimamente.
Recomendado por
Juan Ferrer, de Enópata, me decidí a probar este vino blanco de la AOC
Savennieres, incluida dentro de la región de los vinos del Loira.
Se trata de un Domaine-aux-Moines
de 1992, un vino elaborado con uvas 100% chenin blanc por Tessa y Monique
Laroche, madre e hija que imprimen un carácter muy especial al vino que
producen.
En el punto más
alto de Savennieres, en una colina del camino de la Roche aux Moines, bañada
por las aguas del Loira, se encuentran los viñedos de chenin blanc de donde
sale este magnífico vino y que pertenecen al cru Roche-aux-moines, que junto
con el de Couleé de Serrant ofrecen la máxima expresión de este terruño.
Cuenta la
leyenda que las primeras viñas fueron impulsadas sobre el siglo XII por el abad
de Saint Nicolas de Angers, y que entre sus tierras se erigió una mansión sobre
la cual se construyó, sobre el siglo XVIII la actual vivienda de la famila
Laroche.
Vista del Valle del Loira |
La vivienda de la familia Laroche |
Su relación con
la Iglesia, hizo que en 1793 los terrenos fueran declarados “propiedad
nacional”, lo que sumió al viñedo en una época de baja productividad y
descuido, hasta que a mediados del siglo XX la familia Benz (dueños de la
automovilística Mercedes Benz) adquirieron el terreno y lo vendieron a Roger
Faure, quien volvió a potenciar su uso vitivinícola.
En 1981, la
familia Faure vendió la bodega y los viñedos a la farmaceútica Monique Laroche,
quien tuvo que invertir mucho capital y trabajo para dar al viñedo la calidad que
tiene hoy en día. Parte de este trabajo de recuperación fue realizado por
el propietario otra bodega de
Savennieres, Eustache Poilasne, dueño de Clos des Perrières.
La hija de
Monique Laroche, Tessa, al finalizar sus estudios de enología en Reims comenzó
a trabajar en el viñedo familiar, que en la actualidad tiene unas 12 hectáreas
(de las que en producción hay unas 9), y se hizo cargo de la vinificación desde
la cosecha de 2001.
Tessa Laroche con su vino |
De las nueve
hectáreas en producción, ocho son de chenin blanc, y una hectárea de Cabernet
Sauvignon y Cabernet Franc. En la actualidad, se han plantado 2 hectáreas más
de chenin blanc.
Fue Tessa quien
se encargó de pasar del sistema de producción de “lutte raisonnée” que permite usar pequeñas cantidades de
productos químicos, al total sistema actual de viticultura orgánica, del que
consiguió el certificado en 2009.
El suelo de Domaine aux Moines es muy
complejo, con gran proporción de espilita y otras rocas, aunque la mayoritaria
es el esquisto. Este terruño pedregoso es el responsable de los aromas
minerales tan característicos de sus vinos.
El suelo de Domaine-aux-Moines |
La disposición
de las viñas en orientación sur-suroeste, consigue la mayor cantidad de horas
de sol, y junto al suelo rico en esquistos derivados de un pasado volcánico que
mantienen ese calor, unido a la humedad idónea provista por la proximidad del
Loira, producen un microclima único que además se favorece de los inviernos y
veranos suaves que se dan en la zona. Esto es lo que permite que la chenin
blanc alcance su máxima expresión y permita obtener vinos de larga vida, como
es el caso del que nos ocupa.
Uvas de chenin blanc |
En la
actualidad, la bodega de Madame La Roche, procura un tratamiento biodinámico a
todo el proceso enológico, sin usos de fertilizantes artificiales ni
pesticidas, manteniendo todo el respeto hacia el viñedo y la tierra.
La vendimia en Domaine-aux-Moines |
Nota de cata:
Visual: Amarillo
dorado, oro viejo casi ambarino. Limpio y transparente. Lágrima intensa y
lenta.
Olfativa:
Impresiona por la fuerza en que manifiesta los aromas. Principalmente orejones,
melocotón seco, miel de azahar, piel de naranja seca, vainilla, algún apunte
anisado y matices herbales. También aparece con la aireación una mágica
mineralidad que lo envuelve , dando sensaciones de piedra mojada sobre un fondo
de aire marino, porque también surge algún matiz yodado o salino que recuerda a
la brisa del mar. Un verdadero espectáculo en la nariz.
Gustativa: En
boca se muestra con una entrada seca pero con cuerpo, glicérico y dotado de una
ligera acidez, que nos indica que aún está vivo y que incluso podría mejorar
unos años más en botella. Todo lo apreciado en nariz vuelve a manifestarse en
la boca, sobretodo las sensaciones de orejones, melocotón seco, albaricoque,
miel, pan tostado y algo de azahar, que te recuerdan la grandeza de esta uva.
El postgusto es largo, y en el retronasal aparecen de nuevo las notas salinas y
minerales, envueltas en una suave madera y vainilla.
Estupendo vino,
que he disfrutado muchísimo. Haciéndole el vacío con el vacuvin, aguantó de
maravilla 72 horas, aunque su plenitud la alcanzó a las 24-36 horas de abrirse.
Es uno de esos
vinos que te permiten viajar con la imaginación, deleitarte con el rosario de
sensaciones que destila y simplemente disfrutar de él.
Eso sí, creo que
a los amantes de los vinos blancos “jóvenes, frescos y afrutados” no les
gustará mucho, por su complejidad. Pienso que, como la buena música, el cine o
la pintura, necesitan de un entrenamiento y educación previa del perceptor para
disfrutarlos al máximo. En mi caso, seguramente hace 4 o 5 años no hubiera
disfrutado de este vino tanto como ahora.
Para aquellos
que empiecen a disfrutar con los blancos fermentados en barrica, puede ser un
buen ejercicio para pasar a un “siguiente nivel”. Lo recomiendo al 100%.
©Paco Pérez
Dolz. Gastrodelia.
Felicidades, como siempre impecable en tus apreciaciones de cata y tu fantástica documentación. UN puto crack, que lo sepas.
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