lunes, 5 de marzo de 2012

Hoy visitamos: Restaurante Castillo, en Godella.


Hacía tiempo que por unos motivos u otros, no habíamos salido la familia solos a comer. Y ya teníamos ganas, por lo que el pasado sábado fue el elegido para hacer una visita a algún restaurante con nuestros retoños.
Nos gusta inculcar a nuestros dos hijos el gusto por la gastronomía, y la educación que ello conlleva, con lo que nos preocupamos por enseñarles a comportarse en los restaurantes, coger bien los cubiertos, no gritar, decir “gracias” y “por favor”, tener paciencia, y además procuramos que prueben lo mismo que tomamos nosotros, que sepan lo que están comiendo, de dónde viene y cómo se hace, lo que cuesta, etc.

Esperamos con ello, que algún día sean adultos educados en la gastronomía, tengan su propio criterio, y les sirva en su formación como personas. A nosotros, la gastronomía no solo nos hace disfrutar de la comida y la bebida (que es mucho) sino que nos ha traído grandes momentos vividos, nuevos conocimientos adquiridos, y lo que consideramos más importante, el conocer a personas que comparten las mismas inquietudes, y que en algunos casos se han convertido en buenos amigos.
Y hoy hemos decidido acercarnos al Restaurante Castillo, donde oficia en los fogones Eduardo Frechina, a quien hemos conocido a través de nuestro interés gastronómico y las nuevas tecnologías, y gracias al grupo de Facebook P.I.G. (Plataforma de Información Gastronómica), que impulsó hace aproximadamente un año el periodista Paco Alonso.

Tuve la suerte de conocer previamente a Eduardo en una comida de la P.I.G. en torno a un magnífico puchero valenciano, y además de darme la impresión de que era un tipo simpático y buena gente, me fui convencido de que era un gran cocinero. Eduardo vive su profesión con pasión desde la infancia, ya que viene de una familia de pasteleros artesanos de Godella. En su Restaurante Castillo, dice que hace “cocina valenciana creativa”, y hablando con él te das cuenta de que es un profesional que valora en su trabajo el conocimiento y destreza en las técnicas básicas de la cocina clásica. El ABC que muchos nuevos cocineros se han saltado en su formación (si es que la tienen), el respeto hacia el buen producto, y la búsqueda y utilización de unas materias primas de calidad, pienso que son la base principal que debe tener cualquiera que se acerque a la cocina profesionalmente. Y eso a Eduardo le sobra.
Eduardo Frechina

Luego aparte viene la creatividad de cada uno, el innovar, estudiar, aprender de lo que hacen bien otros, respetando el trabajo de los compañeros y reconocerlo. Probar, probar y probar, y trabajar…porque generalmente las musas se te aparecen trabajando. Y de eso también va sobrado este hombre y su equipo.
Tan solo hay que ver su perfil de Facebook, donde cada día nos habla del menú que ha preparado, de cómo hace pruebas, de cómo inventa nuevas recetas o presentaciones, para hacerse a la idea de que es un profesional apasionado. Y eso tiene que notarse en la cocina.
Así que allá que nos fuimos, con el aliciente de hacer un viaje en metro, lo cual les encantó a nuestros pequeñajos.
Si no quieres coger el coche, puedes usar el metro y llegar en un momento a la estación  de Godella, que está a escasos pasos del restaurante, lo cual es un aliciente en cuanto a comodidad.
La sala es muy correcta, con una decoración de cierto aire rústico por el empleo de madera y ladrillo, y con una iluminación suave que hace más agradable e íntima la estancia. Además las mesas son amplias y dispuestas con suficiente separación para poder disfrutar tranquilamente sin apreturas. No me gustan nada los restaurantes que ponen las mesas tan juntas que puedes escuchar la conversación de el de al lado, o incluso hasta comer de su plato. No es el caso de este Castillo.

Tengo que decir, que justamente este día, Eduardo tuvo que ausentarse por motivos profesionales que le hicieron salir de su Restaurante. El día de antes me mandó un mensaje disculpándose y asegurándome que su equipo nos iba a tratar fenomenal. Y así fue, porque el responsable de sala (Paco) y las chicas que estaban con él se portaron de maravilla con nosotros, demostrando además de que son muy buenos profesionales, que el jefe puede estar ( y lo está) absolutamente tranquilo cuando delega en ellos, cosa que hoy ya quisieran muchos restauradores.
Conozco muchos restaurantes magníficos que funcionan a las mil maravillas cuando está su alma mater, pero si vas un día en que no esté, puedes encontrarte con un restaurante totalmente distinto (a peor) y por supuesto, que este tampoco es el caso del Castillo.
Eduardo nos dijo que nos prepararían un arroz meloso de setas y gambas, y cuando un cocinero que además es miembro de la Cofradía Internacional del Arroz te dice eso no puedes más que decir: ¡Sí, señor! Y prepararte para “el sufrimiento”.
Y “el sufrimiento” empezó cuando Paco nos trajo un aperitivo consistente en unas bolitas de queso rebozadas en polvo de almendras, junto con unas papas aromatizadas al pimentón dulce, lo que hizo abrir los ojos y las bocas de nuestros hijos.

A continuación llegó un calamar de playa a la plancha, con su salsa de aceite y perejil, que en su justa medida potenciaba el sabor de un producto excelente y además en su punto perfecto de plancha.
Luego llegaron las famosas alcachofas de Eduardo, producto al que tiene un gran apego y que suele estar presente en su carta, siendo preparado de diversas maneras. Hoy eran con morcilla de cebolla, pero tuvieron la deferencia de preparárnoslas con foie, ya que a Asun le encantan ambos productos. Son unos corazones de alcachofa sobre los que colocan un poco de foie y envuelven en una fina hoja de pasta filo. Un bocado delicioso. Nos comentó Paco que también han llegado a prepararlas con rabo de toro deshuesado, lo que debe ser también un auténtico espectáculo.

Y finalmente llegó la cazuela de barro donde nos esperaba el arroz. Y qué arroz…en el punto justo de meloso, con las setas y las gambas como protagonistas, y con un sabor enorme que denotaba el mimo puesto en la elaboración. Nos encantó a los cuatro, y dimos buena cuenta de él.

Acompañamos la comida con un cava llamado Lunátic, elaborado por bodegas Masachs, y con un coupage de macabeo, xarel.lo y perellada. Nos gustó por sus intensos aromas de cítricos y de frutas exóticas (piña, maracuyá), que fueron muy bien con todo el menú.

Llegados a los postres, sabíamos que teníamos que probar alguno por la ascendencia repostera de Eduardo, y aunque estábamos más que saciados, pedimos unas croquetas de chocolate con helado de vainilla para compartir. Como podéis observar en la foto, consiste en unas trufas de un chocolate magnífico envueltas en pasta filo que una vez gratinadas se ponen a “nadar” en una “natilla de helado de vainilla”. Producto, tradición e innovación en un plato final, una especie de recordatorio de la filosofía de este cocinero para cerrar la comida.

Después llegaron el café y la infusión que fueron acompañados por unas trufas frías que Paco tuvo el detallazo de regalarnos, así como sendos helados para nuestros pequeños gastrodélicos.
Como aficionado al vino, me picó la curiosidad cuando ví algunas botellas que reposaban en el botellero que tenía a mi espalda, y descubrí algunas curiosidades como éstas:

La Bernardine 1998. Un Chateauneauf du Pape de M. Chapoutier. Hemos probado la añada de 2005 y 2007, y están tremendos. Perdón por la foto, pero el flash me jugó una mala pasada.


                                          Bourgogne Cuvee Latour de 2001.


                       Chateau Chantalouete de 1996. Un Pomerol elaborado por  De Laage.


Falcon Crest de 1988. El Cabernet Sauvignon que se hizo en Napa Valley cuando la serie estaba en apogeo.


En resumen, quiero  desde aquí agradecer a Eduardo, Paco y todo su equipo la fenomenal comida que nos prepararon y lo bien que nos trataron. Os recomiendo que visitéis este Restaurante, porque váis a disfrutar seguro.
Además, muchos días organizan en un salón contiguo, que llaman el “Privat del Castillo”, actividades complementarias como conciertos de blues, jazz, o monólogos que pueden acompañarse con un buen destilado o combinado.

Restaurante Castillo.
Calle Mayor, 90. Godella.
Teléfono. 963 64 02 42


©Paco Pérez Dolz. Gastrodelia.

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